miércoles, 4 de enero de 2017

Shibari: Apéndice I, tratamiento de cuerdas crudas



Si vuestros paupérrimos bolsillos no tienen cabida para el dinero pero sin embargo queréis invertir algo en cuerdas, os encontraréis que lo más barato de todo siguen siendo las cuerdas de cáñamo crudas, sin tratar.
Obviamente no son cuerdas pensadas para el shibari o el bondage, por lo que tendréis que usar un tratamiento con ellas para que resulten seguras en su uso y no queden como si Spiderman tratase de hacer un karada.

Para este artículo usaré una cuerda de cáñamo de 10 metros que pedí a Aliexpress hace un tiempo. Lógicamente el precio es risorio puesto que me costaron poco más de 2.5€, pero su calidad también es para echarse las manos a la cabeza. La cuerda está muy lejos de ser perfecta (ha sido procesada a máquina sin filtrado alguno) y en este tutorial trataré de restaurarla hasta el límite de poder ser usada en bondage y shibari.
Diría quién es el vendedor, pero de las dos cuerdas que pedí una me llegó cortada y atada en un nudo para hacer los 10m, asi que dejémoslo pasar y pongámonos a ello.

La cuerda tal y como vino.



El primer paso es el de eliminar todas las fibras que no pertenezcan a la cuerda, raíces, tallos gruesos... cuando se procesan mal pueden encontrarse otros materiales entre las hebras, que si bien le dan firmeza a la cuerda pueden causar heridas en cuanto se tensa.
Hay personas que prefieren dejar estos tallos, ramas y demás y simplemente reducirlo cuando se lleva a uno de los pasos siguientes donde se queman, pero yo soy un poco perfeccionista en mi propio caos y prefiero eliminar las impurezas.

Cogemos unas pinzas (de depilar están más que bien) y vamos repasando la cuerda, tirando de todos los elementos que no pertenezcan a la cuerda en sí. TENED CUIDADO DE NO ROMPER LAS HEBRAS CUANDO LO HAGÁIS.

Si la cuerda es procesada a máquina quedarán restos de raíces y demás materias que hay que eliminar.

Los tallos y las fibras pueden estar entretejidos con las hebras.

Esto es todo lo que contenía una cuerda de 3m.

Después de haberla purificado cual altar sacrílego, vamos a los finales de las colas para que el trenzado no se deshaga. Aunque este es un paso que quizá queráis hacer al final y por el momento sijetarlas con celo, pero eso lo dejo a vuestra elección.
Ahora bien, tenerlas con nudos es algo totalmente válido para mucha gente, igual que yo, pero en ocasiones va bien tenerlas "lisas" para el shibari. Las únicas diferencias entre eso y tener nudos como topes son visuales y para las extensiones.
Si queréis hacer nudos, realizad un nudo cruzado simple y saltad al siguiente párrafo, si no, seguid leyendo.
Coged la cuerda por un extremo y colocad algo de celo a la altura que queráis que esté el final.
Si es una cuerda de triple trenzado (son las más comunes, tres hebras trenzadas), coged y separadlas con los dedos. Después agarrad aguja e hilo y enhebradla con el hilo doble.
Apretad con el dedo el fin del hilo sobre el celo e id recorriendo con la aguja los espacios entre las hebras, haciendo siempre que el hilo quede prieto al filo del celo.
Cuando llevéis lo suficiente como para quedarse sujeto por sí sólo, retrenzad la cola y cortad si os ha sobrado mucho, por ahí ya no se deshace.

Repetid con el otro extremo y estamos listos para el siguiente paso.

Doble hilo de unos 20 cm. es más que suficiente para esta técnica.

Ahora viene una parte que tiene dos alternativas. La primera y más clásica es la de hervir las cuerdas. Sí, hervirlas.
Con echarlas en una cacerola con agua hirviendo bastaría para dejarlas suaves y eliminar muchas de las asperezas y suciedad que posea la cuerda.
Sin embargo, yo soy más manual y prefiero hacer eso por fricción. De esa forma no las tengo que poner a secar y termino con ellas de una sentada en lugar de esperar a que se sequen para continuar.
Aun así os recomendaría hervirlas si tenéis los materiales, el tiempo y no queréis acabar agotados.

Para los que seáis una panda de perfeccionistas o impacientes como yo, agarrad la cuerda y pasadla por una argolla, escuadra o cualquier elemento metálico que pueda soportar la fricción de la cuerda sin romperla y colocadla como se ve en la imagen inferior, si la pieza tiene ángulos que podrían desgastar la cuerda o romper las hebras, cubridla con un trapo o trozo de tela para que no la dañe, pero idealmente usad una argolla o pieza de metal con las aristas redondeadas.
Ahora sólo os queda tirar de uno de los extremos muy fuerte, haciendo que la misma cuerda rasque las impurezas y se suavice por fricción, al igual que reduce la rigidez.
Repetid este proceso unas tres veces con CADA mano (o dadle una vuelta más y usad la misma, esto es un consejo, no una orden).

Como nota añadiré un par de cosas: tratad de hacerlo antes de barrer la sala, no llevéis ropa que no vayáis a lavar en breves Y procurad llevar un pañuelo o máscara sobre la boca y nariz. Se pierden un montón de pelusas en todos lados, incluyendo vuestras fosas nasales.

Colocando un pañuelo que acolche los ángulos rectos de la escuadra debería ser suficiente.

La cuerda se enrrolla sobre sí misma de esta forma.

Ahora se tira de ella con ambas manos entre 4 y 5 veces por tramo.

A continuación viene el fuego. Éste es un elemento indispensable y es el que le da el acabado deseado a la cuerda.
No os servirá una vela, me temo, tendréis que usar fogones de cocina, un hornillo o un soplete (aunque sea basto).
Con  el fuego encendido, cogeremos la cuerda con una mano y la pasaremos rápidamente por las llamas, procurando rotarla para que todas las fibras y excesos se quemen uniformemente. Tras dos o tres pases, recogemos y empezamos de nuevo con otra sección de la cuerda hasta que quede como queramos.
Es importante saber que la mayoría de las cuerdas adquieren aquí su color marrón tan característico. Por experiencia propia, las cuerdas tienden a oscurecerse con el paso del tiempo por la oxidación de los aceites que se les aplica con el tratamiento, así que tenedlo en cuenta cuando vayáis a quemarla.

Si la cuerda ya está suave y firme pero queréis que sea más oscura, bajad el fuego a un mínimo y pasadla rápidamente de nuevo unas cuantas veces.

Con darle una o dos pasadas a la cuerda en tensión es suficiente.
Cuidado con las raíces y restos que estén en la cuerda.

En este momento volveremos a frotarlas como en el paso anterior para quitar cualquier pegote chamuscado que haya quedado. Con repetir esa técnica dos o tres veces por cuerda bastará.

Así debería estar a esta altura.

Ahora es cuando mucha gente tiende a lavarlas. Podéis usar dos métodos, a mano o en un lavavajillas. El primero es más complicado pero llevará menos tiempo y gastaréis menos agua mientras que en el segundo os olvidaréis de ellas por un rato y saldrán directamente secas.
Si optáis por el lavavajillas, colocadlas en la rejilla superior, lo más extendidas que podáis y poned el programa más rápido. Sobra decir que no le metáis jabón ni nada similar. Si son muchas cuerdas al mismo tiempo aseguráos de que las colas no se retuerzcan con el aspersor del lavavajillas atándolas entre sí.
Si preferís hacerlo a mano, coged un barreño con agua tibia/caliente, dejadlas reposar dentro unos minutos y luego escurridlas con la mano, siempre en dirección de la cuerda.

Disponerlas de esta manera y aseguráos de que no se puedan enredar en el aspersor.


Las pondremos a secar lo más tensas que podamos. Si no disponéis de mucho espacio podéis hacer como yo y colocadlas en una rejilla en vuestra ventana tal y como se muestra abajo.
Las dejaremos secar hasta que ya no estén húmedas al tacto ni cuando las apretemos en la mano.

Lo importante a la hora de secar las cuerdas es que estén en tensión constante.

Y ya llegamos a la última parte. Ahora le toca el turno al tratamiento final.
Para esto usaremos una pasta que crearemos nosotros hecha a base de cera de abeja y aceite mineral. Lo primero lo podéis encontrar en tiendas de artesanía en cuero o venta de productos en cuero en general, lo segundo lo tendréis en centros comerciales, casi siempre en la sección de coches. Ambos productos son relativamente baratos, así que aseguráos de que no os timen en herbolarios o similares.
Si vivís en una zona rural agrícola mirad si hay algún apicultor cerca, estarán encantados de venderos el excedente de cera a un precio de risa.

Hay gente que utiliza otra clase de aceites, como el de coco o el de almendra aún siendo más caros, pero encuentro que su oxidación es muy rápida y os veréis teniendo que lavarlas y reaplicando el tratamiento más veces que con el mineral. ¿Los pros? Puede quedar ligeramente más suave y tendrá mejor olor, pero personalmente no he encontrado que me merezca la pena.
Bajo ningún concepto uséis aceite de girasol o de oliva.

Con los ingredientes ya, cogeremos un cazo y verteremos la cera para que se derrita. ¿Cuánta? No se requiere demasiado, pero pensad que con una pastilla de 50g. hice crema para dar y tomar y sobrará a mansalva, así que si no queréis o podéis conservarla, tirad por lo bajo.
Cuando esté derretida por completo, vertemos el aceite mineral. La proporción idónea que he encontrado yo son 3:1 aproximadamente, 3 partes de cera por 1 de aceite. Si vertéis 50g echáis unos 15 ml de aceite.
A ojo de buen cubero tiene que quedar lo suficientemente espesa para poder usarse como pasta pero no como para que no coja el aceite, ni lo suficiéntemente líquida como para que sea otro aceite sin más que deje la cuerda pringosa.
En este paso, si lo deseáis, podéis echarle cuatro o cinco gotas de acéite aromático para darle un mejor olor a la cuerda.
Removemos hasta que la cera haya cogido todo el aceite (a fuego medio-bajo serán unos 5-10 minutos dependiendo del cazo), retiramos y lo transferimos a un bote o similar que pueda cerrarse herméticamente, si no, tapamos con un trapo.
Lo metemos en la nevera para que se enfríe y tras una media hora-hora entera, tendremos algo parecido a lo que se ve en la foto de abajo.
La textura que buscamos es una en donde se quede pegado en los dedos como si fuera aceite pero no salpique ni se deslice.

Dependiendo de la clase de cera puede quedaros algo más blanca o más amarilla, lo importante es la textura.

Cuando está ya fría no es un trozo sólido de cera, sino algo maleable en las manos.

Ahora cogeremos nuestra pasta para el tratamiento y la aplicaremos en la cuerda.
Primero laváos las manos para eliminar cualquier cosa que se os pueda quedar pegada a la pasta. Ahora simplemente poneros un pegote en la mano, frotadla para generar algo de calor e id pasándola por la cuerda. No hay que untarla en la pasta, con tener una capa en la mano que se transfiera a la cuerda es más que suficiente. Si os pasáis y quedan restos luego se oxidarán y la cuerda empezará a coger suciedad.
También podéis hacerlo con un trapo si lo deseáis o sois melindrosos, pero el resultado puede ser menos controlado.

Y ale, una vez la pasta esté seca las cuerdas están listas para usarse y quedarán así. Lógicamente no es lo mismo que tener cuerdas de yute que desde un principio hayan sido bien producidas a mano, pero la mejora es más que considerable, sobre todo cuando se trata de atar a alguien.

ANTES.
La cuerda tiene materia orgánica, pelusa y las hebras están indefinidas.

DESPUÉS.
Ahora la materia se ha eliminado, se ha mejorado su rigidez y durabilidad, se ha eliminado la pelusa y tiene un color más oscuro.


Espero que esto os haya servido y hagáis vuestras virguerías con el shibari y el bondage de forma responsable sin preocuparos de los precios nunca jamás.


Como dato curioso diré que durante la realización de este artículo me he dado cuenta del paralelismo del tratamiento de las cuerdas con los cuatro elementos. Quitamos la tierra y raíces, la lavamos con agua, la secamos al aire y la acabamos con fuego. Es un dato inútil, pero curioso cuanto menos.

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