lunes, 28 de marzo de 2016

El material del que se hacen los sueños



Padezco de insomnio crónico. Eso no quiere decir que no duerma, no, lo que significa es que atravieso largos períodos de sueño deficiente. Algunos días duermo, otros sueltos no.
Eso trae a hombros muchos efectos negativos, por supuesto. Mal humor, defensas bajas, falta de concentración, cansancio... algo tan intrínsico que ya se ha vuelto uno con mi propia personalidad.

Como alguien que duerme poco de base tiendo a valorar bastante el tiempo que paso en la cama. En cómo algo tan placentero y tan necesario se le puede negar a una persona por un fallo de creación en su cerebro. Lo mismo que me da mi personalidad me niega un placer de la vida.
Pero no escribo esto para quejarme, ni mucho menos. Lo escribo para aquellos que saben lo que es y para aquellos que no lo conocen.
Las horas interminables, con los ojos abiertos mirando a un techo oscuro o a una televisión a la que no le prestas atención. La boca abierta en busca de desconexión, el cuerpo dolorido por no cambiar la postura desde hace horas y un punzante dolor en el cerebro que te urge a desconectar.

Bien sea por algo psicológico o por algo físico el insomnio puede suceder en cualquier momento.
Y necesitamos soñar. No somos nada sin nuestras pesadillas y nuestros sueños. Nos convertimos en simples robots que repiten la misma tarea continuamente de forma automática. No vivimos, no morimos; no pensamos, no dejamos de existir. Te encuentras en un limbo, desprovisto de tus sentidos pero al mismo tiempo agudizados al máximo exponente. Un ruido en el tejado, otro en la habitación de al lado, alguien arrastra una maleta en la calle, la panadería de la esquina se ha puesto a hornear la producción del día...

Y es en ese momento donde llegas a comprender el mundo de los sueños. Donde está lo bueno y dónde lo malo. Un momento de lucidez donde eres capaz de levantarte aún habiendo estado despierto las últimas 50 horas.
Nunca es sencillo, es algo que haces porque tiene que ser hecho. Cuando la distancia más corta entre tú y el objetivo del día pasa por levantarse, irse a la ducha y repetir los mismos pasos que diste ayer.

Hay gente que duerme por placer, los españoles somos buenos en eso. La siesta es algo inherente a nuestra naturaleza mediterranea. Siempre me ha gustado pensar que es así porque sabemos el valor del sueño.
Mucha de nuestra grandeza viene de ello. De nuestra gallardía, nuestra caballerosidad y nuestro honor viene de algún sueño enterrado en nuestra cabeza donde fuimos espadachines del s. XVI o nobles del XVII o famosos escritores del Siglo de Oro o directamente con cosas que nos han dado alas a lo largo de nuestra vida.

Soñar es importante. Vivir la vida que querríamos vivir es algo que sólo podemos realizar en ese mundo que a algunos se nos niega el acceso fácil. Lo que hagamos después de haberlo soñado ya es cosa de cada uno.
La mayoría de ello lo olvidaremos. Una advertencia de nuestro cerebro para que no vivamos en una ilusión y dejemos de lado a la realidad.
Pero alguno de esos sueños arraigarán en nuestra mente, en nuestra personalidad.
Un recuerdo que nos haga sonreír, o llorar, o nos dé miedo o celos.
Los sueños son igual de poderosos que el deseo o la necesidad.
Algunos de nosotros desean poder soñar.
Algunos de nosotros necesitan soñar.


"Preguntáos vosotros mismos, todos vosotros... ¿Qué poder podría tener el Infierno si aquellos atrapados en él no se les permitiera soñar con el Cielo?" - "Sandman, Preludios Nocturnos" Neil Gaiman

lunes, 21 de marzo de 2016

Las facetas de la vida



En lo que llevo de vida he sido muchas cosas. En un momento u otro he sido novio, amigo, hijo, ladrón, hermano, guerrero, amante, filósofo, estudiante, borracho, trabajador, herido...

Si bien ninguna de esas cualidades me define como persona es todo su compedio lo que me transforma en quien soy. Aceptar las consecuencias de cada una de esas partes de mí es lo que me ha convertido en lo que soy ahora. Aunque una persona puede estar orgullosa en mayor o menor medida de lo que haya alcanzado en algún punto de su vida es con lo que es ahora con lo que tiene que estar conforme.
Si bien son las situaciones las que marcan qué somos en el momento, ya sea el azar, el designio divino o una fuerza invisible que nos empuja a convertirnos en algo nuevo, es con lo que hemos aprendido de aquellas épocas con lo que nos quedamos.

Todos tenemos ciertas habilidades que nos han facilitado nuestro camino hasta aquí. Desde el hombre más tímido a la mujer más sociable de todas hemos obtenido cualidades de las varias facetas que hemos pasado.
El odio, el amor, la amistad, la lujuria... los sentimientos nos llevan a formar nuevos lazos con nosotros mismos, haciendo que tengamos que cambiar nuestra forma de ser y de actuar para amoldarnos a las situaciones que se nos han presentado.

No es un camino fácil, el tener que cambiar. Pero sí es algo necesario cuando nos ponemos a meditar sobre ello.
Todo lo que hemos sido no es todo lo que seremos. Los intereses que tenemos ahora dudablemente serán los que tengamos en el futuro, y, de la misma forma que la vida cambia, ellos cambian con nosotros.

Es sencillo perderse en las definiciones simples. "Yo soy metalero" podría decir alguien pero... ¿sólo eres eso? ¿No tienes ninguna otra cualidad que te defina como persona, como ente? Algunas veces las etiquetas son útiles a la hora de sociabilizar, pero es su mezcla y su refinación lo que trata de volvernos únicos.

No tenemos que encasillarnos. No somos especiales pero no somos copias los unos de los otros (aunque haya gente que lo parezca, claro está). Si sufrimos el declive de nuestra propia personalidad en pos de una falsa felicidad tendremos que renunciar a los rasgos característicos que nos hacen quienes somos. Eso es, en esencia, alacanzar una falsa muerte. Una muerte mental y personal.


Convertíos en lo que queráis, la vida no es simple y vosotros tampoco lo sois.


"I used to care, but things have changed" - Things Have Change, Bob Dylan

lunes, 14 de marzo de 2016

El miedo en un puñado de polvo



Como especie hemos sido beligerantes por naturaleza. Donde algunos han tratado de encontrar paz y armonía en su entorno otros han hecho la guerra y el caos. Los sentimientos que se superponen a otros no son sino la raíz para un objetivo más complicado.
Conseguir un status, poder, un amor o algo material son sólo algunas de las causas de la antipatía por la raza humana y lo que tiene que ofrecer, sin embargo nosotros seguimos buscando ese pedazo del Cielo en la Tierra que nos mantenga cuerdos día tras día.

El miedo se presenta en muchas formas en nuestra vida. Puede ser algo tan razonable como el miedo a morir, algo tan ampliado como el miedo a quedarse solo o algo tan complicado como una fobia. Aunque en muchas ocasiones nuestros temores nos hacen presa y nos impiden seguir adelante, en otras pocas son el combustible que nos capacita a superarnos a nosotros mismos. Somos lo que tememos porque eso nos convierte en grandes y fuertes.
Pero cuando el tiempo y las fuerzas flaquean nuestro pánico por las pequeñas cosas crece. He visto a hombres grandes derrumbarse por las pocas fuerzas que tenían de seguir adelante con su vida. A grandes mujeres destruidas ante el peso incólume de su futuro. El tiempo sólo ha causado que todo se agravara y, en lugar de encontrar fuerzas para seguir adelante, cayeron en ese abismo que algunos conocemos tan bien.

Durante una gran parte de mi vida reciente he sufrido de algunos miedos. Algunos pueden ser obvios y otros pueden estar más ocultos, pero siempre se han quedado ahí haciéndome compañía. Y, al igual que yo, existen muchos otros terrores que a más de uno le quitan el sueño por las noches, les causa ansiedad y apatía a partes iguales y no consiguen comprender cómo o porqué han llegado a esa situación.

Si bien es casi siempre porque nada de lo que hacemos tiene relevancia en un plano mayor de las cosas y porque todo es ajeno a nuestro control (recordad que siempre habrá una persona que controle más tu vida que tú mismo), procuramos seguir adelante con una sonrisa, autoflagelándonos en silencio por uno u otro motivo.

He visto cómo la gente ha sentido pánico a un teléfono, esperando siempre malas noticias al ser las únicas que recibían. Aguantando continúamente con la esperanza de que no sonase su timbre.
He visto cómo la gente ha temblado al darse cuenta de que sus madres debían morir más pronto que tarde. Dejándolos solos en una vida que no saben vivir.
He visto a hombres con el corazón roto viviendo en la calle sin saber darse una oportunidad por miedo a fracasar de la misma forma en la que lo hicieron y les puso en esa situación.
He visto a gente que va y viene de la guerra porque tienen miedo a perder lo único que consideran importante, su ideología.

Ya sea algo simple como coger un teléfono o tan complejo como el miedo a quedarse solo, nuestros pánicos nos definen. Nos rompen y moldean, pero como Mark Twain dijo, espero que sea hacia una mejor forma.


Nunca tratéis de suprimir vuestros miedos, sólo aprended a vivir con ellos y que no os impidan realizar vuestros deseos.


"Voy a enseñarte algo diferente
De tu sombra que marcha a largos pasos contigo en la mañana,
0 de tu sombra, irguiéndose al ocaso para ir a tu encuentro;
Voy a enseñarte lo que es el miedo en un puñado de polvo."

-- Tierra Baldía, T. S. Eliot