martes, 22 de agosto de 2017

Sobre el autor: Mi primera vez en un club BDSM




No es ningún secreto que desde el marco personal la escena local no es algo que me haya atraído demasiado. Sin embargo he asistido a suficientes fiestas, munchs, debates y similares como para haberme hecho a una clara idea de qué encontrarme y cómo desenvolverme en esos ambientes.
Quiero dejar nota que todo lo que aquí narraré será desde mi propia experiencia en estos sitios, que varía en condición de fiestas, escenas locales, gente que asista, etc... No afirmo que sea lo que se dé el 100% de los casos ni mucho menos, pero sí es algo que he observado en una gran cantidad de ocasiones.

Si bien omitiré las localizaciones de los clubs (para eso quizá haga un artículo posterior donde hable sobre algunos de los sitios de Madrid), quiero que tengáis en mente que algunos son populares, otros no tanto y otros ya han cerrado, por lo que no os obcequéis pensando cuál es cuál. En este primer artículo hablaré del club en el que comencé asistiendo a fiestas y eventos.

Empecé asistiendo a clubs mediante eventos de Fetlife hace unos años, cuando aún no sabía mucho sobre protocolo, etiqueta, escena o interacciones sociales. Comencé con un pseudomunch social en donde no hacía falta código de etiqueta y quedé con alguien que conocía gente ya allí. El hecho de que no cobrasen entrada fue lo que hizo que me decidiera a probarlo teniendo en cuenta que la mayoría de eventos son de 25€ hacia arriba.
Me puse unos pantalones negros, una camiseta negra y una camisa negra por encima para, al menos, complir con el código de etiqueta "black", el más básico de todos y que siempre es apreciado aunque no haya un código estricto durante el evento del local.
En el local descubrí que no era muy distinto al resto de garitos en los que había pasado prácticamente una decada asistiendo: barra de bebida, sillas, sofás, mesas y taburetes. Tenía un baño amplio y luego unas escaleras que daban acceso a una modesta pero bastante completa mazmorra, con su potro, su cruz de San Andrés y distintos aparejos que de seguro no eran para pescar.

La noche comenzó con el dueño del local, parándome en la entrada para preguntarme por mí, quién era y si sabía en dónde me metía. Aunque algo de intromisión comprendí que era algo necesario y obvio para una persona que trata de proteger su negocio de beatos y puristas. Tras decírselo y presentarme, me dió la bienvenida, crucé las cortinas y me topé con una fiesta totalmente normal y convencional como las que había tenido decenas de veces en otros garitos y clubs.
En cuanto llegó la persona a la que esperaba empecé a conocer gente y ahí fue cuando mi alarma saltó. Mientras que yo estaba ahí para darme a conocer esas otras personas estaban para ligar simplemente, y, mi acompañante siendo una atractiva sumisa soltera, los buitres empezaron a revolotear. Aunque conocí a gente maravillosa con la que me sigo llevando a día de hoy, los que no me cayeron tan bien fueron los que más me marcaron. Aquellos que continuamente trataban de demostrar sus conocimientos de "Soy el puto Amo del BDSM", cuerdas, prácticas o demás. No tendría problema alguno si simplemente fueran personas que tratasen de llamar la atención de mi acompañante pero esta gente no era así, era del tipo falaciero de instituto norteamericano que trataba de desacreditarte a ti para quedar mejor delante de ella.

Las parejas no faltaban, como es lógico en estos sitios. En una de mis visitas al baño me topé con una sesión de spanking en donde el Top me pidió que participara con un par de azotes a su sumisa, lo cual hice gratamente y sonriendo. Dejándoles en sus nefarios asuntos regresé junto a mi acompañante sólo para descubrir que había optado por alejarse de buitres y quedarse hablando con otra sumisa que conoció a través de la red. Tras presentármela y hablar durante un breve momento, las dejé que se quedasen hablando mientras trataba de hacer amistades por el sitio.
Conocí a un sumiso andaluz que me explicó mucho sobre lo jodido que tenía encontrar a una Domme que no buscase un esclavo 24/7 o que no exigiese "feminización" como requisito, lo cuál me abrió bastante los ojos sobre muchas cosas que aún no comprendía en cuanto a sumisión masculina. Tras una conversación duradera en donde intercambiamos temas ajenos al BDSM, se marchó tras encontrar una potencial Domme para disfrutar. No sabré si ella era la que estaría buscando o si no fue más que otro fracaso, pero espero que lo consiguiera.

En ese momento el sitio estaba cerrando sus puertas y se entraba en la "sesión golfa", un momento que muchos de los golfos cierrabares que me leéis conoceréis bien por ser el momento en donde la gente fuma a puerta cerrada, la música está más baja y las cosas se vuelven más íntimas. Al dueño le caímos en gracia mi acompañante y yo y nos dejó quedarnos en una sala con sofás mientras charlábamos como si fuéramos todos un viejo grupo de conocidos.
La situación eran seis hombres, una pareja, mi acompañante y yo. Mientras que cinco de los seis hombres trataban de asolar a mi acompañante con preguntas sobre sus gustos, parejas, rol y demás información inocua, yo torné la conversación hacia el sexto hombre, un artesano del cuero que quería venderme alguno de sus productos y que me contaba su experiencia decorando casas y locales privados con mobiliario BDSM.
Al principio la conversación fue amena, pero pronto se transformó en un monólogo sobre lo mucho que sabía de floggers, látigos y demás parafernalia. El aburrimiento se me asentó entre el humo de la sala, las altas horas de la noche y las 4 ó 5 cervezas que llevaba encima.
Tras una breve visita a la mazmorra con mi acompañante para verla y trastear con la cruz decidimos ponernos en marcha y volver a nuestras casas en cuanto chaparon el sitio a las 6 de la mañana.


La conclusión que saqué es que había varios tipos de personas que iban a los clubs. Estaban las parejas que querían socializar, mostrarse o ver a otros en ciertas formas. Estaban los que, como yo, esperaban aprender cosas y hacer amistades. Y estaban los que iban a ligar, que, aunque hubiera gente que supiese comportarse como un ser humano sociable, en su mayoría eran buitres que deseaban resaltar por encima de cualquier otro.
Aunque la experiencia fue enriquecedora me di cuenta de la falsedad, el prejuicio, el acoso y derribo que recibe la gente y la falta de información (o de interés por aprender) que tiene gente que lleva yendo a estos sitios desde hace mucho más que yo. Esto hizo que no me plantease ni por un momento el volver a un local de BDSM por mi cuenta sino siempre en pareja o, como mínimo, con amistades.

Después de esa noche asistí a otros clubs con gente que conocía o a munchs para conocer a otra nueva. Si bien me lo paso mejor en los segundos, en los eventos tienes rienda suelta para hacer cosas con gente a la que le caigas en gracia, pero claro, eso siempre lo puedes hacer tras conocer a alguien en cualquier lugar.

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