martes, 20 de diciembre de 2016
El acento madrileño (no) existe
De sobra es conocido que los madrileños no tenemos acento, ¿verdad? ¡Pues no! Tenemos un acento bastante peculiar cuando se trata de compararlo con otros más reconocibles como el vasco, el gallego o el andaluz.
Por mucho que lo negemos tenemos ciertas coletillas que nos reconocen doquier vayamos en España. Un claro ejemplo es nuestro don para transformar la "D" del final de cualquier palabra en una "Z". Irónicamente eso le cambia el nombre de la capítal en la que vivimos para que sólo nosotros podamos reconocer a los nuestros. Madriz es capital de España de toda la vida de Dios.
Si no me creéis probad a preguntar algo para que os contesten Madrid, pared o similares palabras.
De la misma forma somos demasiado proclives a sustituir la "S" por la "J" en expresiones como "es que...".
Siempre he encontrado gracioso cuando lo decimos sin darnos cuenta y luego apelamos a la razón humana para explicar que no tenemos acento.
Nuestros infames "laísmos" y "dequeísmos" son nuestra muletilla de presentación de cara a la gente de fuera, porque hablamos de una forma correctísima y el resto comete estos errores, obviamente.
Aunque bien debo admitir que el dequeísmo está de capa caída y ahora sólo se encuentra en la población más mayor de Madrid.
Mucho de nuestro característico acento se lo debemos a nuestras expresiones y coloquialismos. Dándonos un aspecto de chulería, picaría y egolatría, las expresiones como el "mola", el "tronco" o el "tío/a" nos caracterizan como el que más.
Nuestro acento tiene otro matiz, y es que es un acento evolutivo con las generaciones. Cuando el seseo andalúz se ha mantenido en la comunidad durante un par de siglos (gracias a los señores "cultivados" que lo introdujeron), en el acento madrileño hemos ido cambiando con el paso de las eras evolucionando nuestros insultos al igual que nuestros vulgarismos y coloquialismos.
Hemos pasado por palabras tan infames como el "dabuten", el "tequi/peseta", el "colegui" o el "chachi" (el cuál sigo usando más de lo que debería, lo reconozco). Nuestra jerga ha cambiado de una década a otra, aunque ahora gracias a internet parece que se ha quedado algo estancada.
Una de las más notorias y extendidas palabras que se le atribuyen a nuestro acento es "gilipollas", una historia sobre política y alta sociedad que bien podría haberse sucedido a día de hoy y que me hace gracia recordar de tanto en cuando.
Los insultos son parte del día a día de un madrileño. Aunque rara vez se usen bajo su propósito original, hacemos uso de ellos de forma cotidiana y en casi cualquier situación.
No es raro que te saluden con un "¿Qué pasa, capullo?" o te digan un "menuda mierda llevo".
Gran parte de nuestra riqueza lingüistica radica en rebajar a un estado social de borracho callejero a quien sea el que hable.
Sin embargo tendemos a ser respetuosos con nuestros mayores, usando los artículos formales con ellos y sin dirigirnos con nuestra expresividad juvenil a ellos, como si dijéramos que nuestra lengua está dividida en los mismos estratos temporales que definía antes.
Aunque nuestro acento sea casi imperceptible para nosotros mismos, está más que presente en nuestra locución, fonética y expresividad. Y os aseguro que cualquier persona ajena a Madrid sabrá reconocernos.
P.D.: Como madrileño debo decir que este artículo es falso. Yo NO tengo acento.
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