miércoles, 10 de enero de 2018

Comunidad: Relatos para la tarea 14 de la cuenta B



Como algunos ya sabréis, poseo una cuenta B en Twitter donde me dedico a poner tareas para la gente que quiera soltarse y abrirse con sus gustos en el mundo del BDSM. Pues bien, la tarea actual incluía el realizar un pequeño relato contando una de sus fantasías para que todos lo puedan leer.

He aquí unos cuantos de ellos:



Hang in there…kitty por Bad Wolf

Me agarró las muñecas con fuerza a la espalda, con una sola mano y me empujó contra la pared. Emití un gemido de dolor y placer. Sentí su aliento sobre mi piel, y sus dientes clavándose en mi hombro. Gemí. Me apretó más fuerte contra la pared, sentí el calor de su cuerpo sobre el mío.
—Nos vas a ir a ningún sitio. Ahora me vas a obedecer—susurró a mis oídos mientras su mano derecha descendía por mi estómago, por debajo de mis bragas, hasta el clítoris y me hacía gemir. Moví mis caderas y apartó la mano con una suave risa—. No te lo voy a poner tan fácil.
Me apartó de la pared y me arrojó sobre la cama sin piedad. Lo primero fue el collar de sumisión, lo siguiente la venda en los ojos, lo tercero las retenciones en las muñecas. Tiró de la argolla del collar poniéndome en pie. Me beso con fuerza mientras sus manos recorrían mi cuerpo. “Más. Quiero más” pensé.
—De rodillas—ordenó. No me moví. Una sonrisa apareció en mis labios—. Ya.
No me moví. Tiró con fuerza de la argolla hacía bajo obligándome a caer sobre mis rodillas y apoyar las manos en el suelo. Acabé a cuatro patas. No tuve tiempo de respirar. Sentí el primer azote morder mi piel, ahogué una exclamación, más de sorpresa que de dolor. El segundo azote apenas después del siguiente fue algo más intenso y con él, el placer. Con la respiración agitada todavía, sentí como me tiraba del pelo y me incorporé para quedar apoyada sobre mis talones. Relajó la presión de las manos, aún en mi cabeza. Sabía lo que venía y aun así no podía reprimir la excitación. Abrí la boca al sentir la punta de su polla en mis labios. Él marcaba el ritmo con sus manos en mi cabeza a la vez que movía sus caderas. Sus gemidos solo añadían más placer al sentir como me follaba la boca.
Tras unos minutos paró. Tragué saliva y sentí sus dedos limpiar la que me caía por las comisuras de los labios. Esta vez cogió la cadena que unía las retenciones, me puse de pie y tras unos pasos sentí como me alzaba hacia arriba. Quedé colgada desde lo que supuse era un gancho. Mis pies levemente apoyados sobre el suelo. Sus manos recorrieron mis pechos y deslizaron hacia abajo mis bragas. Una breve pausa. El dolor punzante de la fusta contra mis nalgas. Gemí. Otra vez y otro gemido. Una tercera, estaba tan excitaba que no podía dejar de retorcerme. Le sentí detrás de mí. Su mano izquierda subió por mi cuello a los labios y su mano derecha descendió por mi estómago a los otros labios…Cuando comenzó a masturbarme no pude sino gemir más alto pero fue el sentir uno de sus dedos por mis labios y un sabor metálico en ellos ¿sangre? Lo que me hizo retorcerme de placer. Metió el dedo en mi boca y mi lengua perdió el control lamiendo la sangre mientras mis caderas seguían moviéndose al compás de la masturbación. Y cuando estaba plenamente disfrutando, paró. “¡Joder!” gritó mi mente. Lo siguiente fue abrir la boca, me colocó la gagball.
—No quiero que grites demasiado ahora—dijo a mi oído mientras su mano en mi cuello comenzaba a asfixiarme—. Esto no ha hecho más que empezar. 

El Show está a punto de comenzar por R. Reddington

Me gustaba cuando peleaban. Quizás fuese por la adrenalina, quizás por el desafío de la caza, o quizás por la mirada desafiante en sus ojos. Los arañazos de sus uñas por mi piel, la marca de los dientes en el cuello, el sabor metálico de la sangre...Nunca me cansaba de aquel juego.
Ella se adelantó para su siguiente ataque pero era hora de acabar la pelea y comenzar con la diversión. Yo siempre ganaba, mi turno de reclamar el premio. Agarré su muñeca en el aire y la empujé contra la pared. Soltó un quejido pero el deseo ardía en sus ojos más intenso que nunca. Con la mano izquierda agarré ambas de sus muñecas y las coloqué hacia arriba. Mi mano derecha se cernió sobre su blanco cuello y apreté. Noté su respiración agitarse, la excitación en sus pupilas, el aire abandonar y luchar por entrar en sus pulmones. Sentí el cosquilleo de placer subir por mi espalda, invadir mi estómago.
La tiré contra el suelo. Oí su suave risa. Me saqué el cinturón y me quité los vaqueros. Con un pie presioné su cabeza contra el suelo, y con el cinturón le azoté en las nalgas. Su gemido resonó en mis oídos como la mejor música que podía escuchar. Le siguió otro y otro más. Medía mi fuerza para no pasarme pero aquella sensación de poder me emborrachaba. Cuando acabé, le até las manos a la espalda con el cinturón.
— ¿Es todo lo que tienes? —dijo con la respiración entre cortada. Vaya, alguien quería seguir jugando. Me quité los bóxer.
La agarré del pelo y la hice incorporarse.
—No es una buena idea retarme de esa manera—dije a su oído pasándole la lengua después.
— ¿Por qué no estás a la altura? —susurró. Sonreí.
—Oh, querida…Vamos a tener que hacer algo con esa actitud—Deslicé mis labios por su cuello. Acto seguido, la hice abrir la boca y le metí los bóxer dentro—. Disfrútalo.
La levanté del suelo, la saqué al balcón, y la empotré contra la barandilla. Estaba anocheciendo, aún había gente por las calles. Una mano sujetando las muñecas, la otra en el cuello. Que comience el show.

Abandonada por Velveteen Rabbit

Estoy en el suelo. No veo, no oigo, no hablo, estoy atada de pies y manos, ni siquiera puedo mover mis dedos. No se cuanto rato llevo aquí, ni si hay alguien conmigo. Noto la presión de las cuerdas sobre mi piel. Me siento como un objeto expuesto en medio de la habitación para decorar, algo que esta ahí solo para ser utilizado. Quiero tener control, saber si va a pasar algo y poder actuar sin embargo no soy capaz ni de saber si hay alguien a mi lado. Algo me quema. En el hombro. Quiero gritar y retorcerme. Siguen haciendo presión en el hombro con ¿un cigarrillo? Supongo que ya se a apagado; en mi. Siento un quemazón en la zona aunque lo peor es saber si volverá a hacerlo. Algo líquido se vierte en la quemadura, esta ligeramente espeso ¿saliva? ¿semen?. No me importa, me a aliviado el quemazón. Sigue echando líquido sobre mi espalda y mis nalgas, noto que comienza a esparcirlo por todas partes con sus manos, en realidad se siente bien aunque no sepa que esta restregando sobre mi. Para de repente. Pasan unos momentos y de repente mi trasero es azotado; un movimiento rápido al que le suceden otros tantos. No es su mano, es mucho más rígido y fuerte, quizás sea una pala. No se cuantas veces me a azotado, tengo una sensación de ardor en todas mis nalgas que seguro ya están muy rojas. Decide dejar de azotarme, espero que este satisfecho. Vuelvo a estar sola. 

Watching you por Zero

Te encuentro en un pub. Te miro, me miras y me huyes. Te persigo hasta otro local, en el que te dedicas a revolotear haciendo como que no te importo, pero sin quitarme el ojo de encima. Me acerco, vuelves a huir pero antes de entrar al baño me miras de nuevo. Entro al baño detrás de ti, cierro la puerta y no dejo que me mires más. 

Escaleras Arriba por Dr. Jekyll


Noté el viento soplando entre tu ropa. La brisa deslizándose entre tus piernas y levantando tu falda lo justo para que viera más de tus muslos.
El camino escaleras arriba hasta mi casa no era difícil en absoluto, pero tu petición de hacerlo y subir delante de mí me dejó ante la oportunidad de verte como desease, sin que tú pudieras evitarlo.
Pero sin duda sí que notabas mis ojos deteniéndose en tus piernas, en el movimiento que hacían y el silencio que transmitía.

Tenías el corazón algo acelerado. Eras una presa azuzando a un tigre hambriento y, como la gacela que imitabas, saltabas de escalón en escalón para que viera que no llevabas nada.
Y lo vi.

Con mi silencio y mi sonrisa retorcida te abrí la puerta de mi casa y tú entraste sin miedo. Fuiste a mi habitación inmediatamente y te tiraste en la cama.
Detrás tuya entré yo, haciendo gala de mis instintos me senté en frente de ti y me quedé mirándote.
Hacía tiempo que llevábamos hablando de lo que haríamos y había llegado ese momento, asi que tenía que analizarte de arriba abajo.

Me levanté y me puse encima de ti, sobre tus piernas. Tú no dijiste nada, sólo callaste y cerraste los ojos con un suspiro escapando de tus labios.
Pasé mis dedos por tu pelo corto y recorrieron muy suavemente tu cuello. Bajaron por él a tu espalda, describiendo el contorno de tus huesos con delicadeza. No podías escuchar nada aparte de ese roce de mis dedos sobre tu ropa.
Lentamente llegaron a tu sujetador y lo desabrocharon sin dificultad, incluso por encima de la camiseta que llevabas.
Si hubieras podido te la hubieras quitado en ese momento, pero mi cuerpo te impedía darte la vuelta. Lo único que podías hacer era abrir de vez en cuando los ojos para mirarme por el rabillo. Veías como te recorría con atención al detalle. Como acariciaba tu espalda en silencio y cómo hacía que respirases de esa forma tan entrecortada, mezcla de excitación e impaciencia.

Mis dedos bajaron de tu espalda a tu falda, recorriendo lo que en otro momento debería haber sido tu ropa interior. Obligue a tus piernas a cerrarse más para mostrarme un culo firme y no dudé en levantar tu falda para verlo.
Un leve gemido salió de tu boca cuando notaste mi mano sobre él. La deslicé por toda su superficie, bajando a tus muslos y agarrándolos con fuerza. Me gustaba jugar con ellos, obligarte a soportar los roces y las caricias que les daba ocasionalmente.
Con esa misma fuerza empecé a agarrarte del culo y, sin que pudieras decir nada, te azoté. Noté tu carne chocando contra mi mano desnuda y el rojo apareciendo en tu piel.
Lo hice dos o tres veces más mientras tú solamente gemías, mordiéndote un dedo para tratar de no gritar demasiado.

Cuando adquirió el color que quería, ese rojo vergüenza que podría aparecer en tu cara en algún momento, decidí levantarme y volver a sentarme.
Te vi, falda levantada y medio temblando, tirada en mi cama. Me miraste, no sabías si implorándome más azotes o que continuara con más cosas, pero yo no me movía.
-Levántate- Te dije en una postura firme. -Quiero que me muestres tus pechos.
Obediéntemente y con media sonrisa que no me dejaste ver te pusiste de pie frente a mí y te quitaste la camiseta. Tu sujetador cayó revelándome la forma de tus pechos.
-Ahora quítate el resto, pero déjate la falda. - Servicial, te fuiste a sentar en la cama pero te lo prohibí – No te he dicho que te sientes. Hazlo todo de pie.
Con el pecho al aire y notando el calor de los azotes todavía te inclinaste ante mí para quitarte tus zapatillas. Cada vez que levantabas una pierna volvías a notar mi mirada clavada en ti.
Revelaste las uñas de tus pies pintadas y supe que lo habías hecho por mí, sabías que me gustaban.
-Siéntate en la cama y muéstrate ante mí. - Mi voz seguía igual de firme, mis ojos igual de atentos.
Te sentaste en el borde y sin saber muy bien qué hacer levantaste tu falda por completo, al mismo tiempo que abrías las piernas y me mostrabas que ya estabas muy mojada.
-¿Ya estás mojada y apenas te he tocado?- Asentiste inocentemente mientras sujetabas la falda con una mano y con la otra te acariciabas uno de tus pechos. No podías mirarme en ese momento, no te atrevías.
-Déjame comprobarlo a mí. Levántate de nuevo, date la vuelta e inclínate. - Yo seguía sentado en la silla y tú lo hiciste sin titubeo alguno. Pusiste a la altura de mis ojos lo excitada que estabas y pensaba aprovecharme de ello.
Mis manos empezaron a subir por tus rodillas, separándolas léntamente en el proceso. Volvieron a tus muslos y los agarraron con fuerza, subiendo poco a poco hasta el centro.
Mi dedo índice te rozó y soltaste un pequeño gemido. Noté lo húmedo que acabó con sólo ese roce y quise explorar más.
-Apoya tu cara en la cama y tócate los pechos. - La orden sonaba demasiado bien y no desobedeciste en absoluto. Tu mejilla se posó sobre las sábanas y te dió la oportunidad de ver cómo me levantaba y empezaba a acariciarte.
Tu clítoris empezó a estremecerse cada vez que lo rozaba. Describiendo suaves círculos sobre él mientras mi mano libre recorría tu espalda y te miraba tocándote los pechos.
Estabas excitada, te tenía estremeciéndote entre gemidos y suspiros con sólo el roce de mis dedos y sólo te preguntabas qué vendría después.
Saqué mis dedos de tu interior. - Arrodíllate y abre bien la boca – Esperabas este momento con ansía desde hacía rato.
Viste mi miembro duro y excitado por ti. A estas alturas querías complacerme como sea que fuera y estabas más que encantada de hacerlo como yo quisiera.
-Saca la lengua y empieza a lamerlo.- Lo empezaste a hacer al instante, notando lo duro que estaba tras cada lametón y llevándotelo a la boca para empezar a mover tu cabeza rápidamente. En ese momento no te importaría que acabase, pero sabías que tenía más planes para ti.
Cerraste los ojos pero yo te cogí del pelo y te dije entre gemidos pero con una dura mirada -No los cierres. Si lo haces, después te castigaré.- Obedeciste y no apartaste la mirada de mí. De mis ojos, de mi miembro desapareciendo en ti.

Supe que si te tenía así, arrodillada mientras me lamías y chupabas no duraría mucho.
Te agarré de los brazos y te alcé para tirarte en la cama. Sujetando tus muñecas las llevé debajo de la cama donde cogí un nudo que había oculto debajo de la almohada para atarlas firmemente. Lo miraste con ansia, notando las cuerdas y su roce en tus muñecas, sin espacio para poder separarlas siquiera. El arnés estaba debajo de la cama y te imaginaste qué haría con tus piernas cuando también las sujeté y las abrí. Tus tobillos se quedaron amarrados al igual que tus muñecas y esta escena te hizo excitarte más.
Veías cómo me ponía encima de ti, desnudo ya y levantaba tu falda para descubrirse ante mi de nuevo cuán rasurada estabas y cuán mojada te habías puesto en ese momento.

-Por favor, mi Señor, fólleme ya. Se lo ruego-. Tu palabras salieron automáticamente de tu boca mientras forcejeabas con las ataduras.
Te traje a mí todo lo que me permitían las ataduras y fue lo suficiente para poder introducirte mi miembro lentamente. Poco a poco notaste la diferencia de temperaturas entre nuestros cuerpos y lo excitado que estaba. Mis manos fueron a tu cuello y te metí mis dedos corazón e índice en la boca para que los lamieras mientras yo iba aumentando el ritmo.
Tu te agarrabas a las cuerdas como podías al tiempo que mi mano libre recorría tus pechos y jugaba con tus pezones. Sabía que te gustaba que jugase con ellos y los pellizcaba y retorcía. A mí también me gustaban mucho.

Iba deprisa en tu interior, chocando mis caderas contra ti una y otra vez, teniendo que reposicionarte continuamente.
Escuchabas mis gemidos mezclados con los tuyos ahogados y viste cómo te observaba por entero. Mis jadeos iban a ritmo con nosotros, tú te movías y yo me movía al son.
Mis dedos salieron de tu boca y bajaron a tu clítoris, mojados con tu saliva. Mientras te penetraba empezaron a tocarte.
Con voz débil dejaste salir un -Oh, Dios-. Tus pies se curvaron y tu espalda dió un respingo. Mordiste tu labio mientras tu respiración era contenida, esperando a que pasase el orgasmo.
Yo no me detuve en ese momento. Te agarré del cuello y apretando dije -Abre los ojos y córrete mirándome-. Lo hiciste. Abriste los ojos y me encontraste siguiendo el mismo ritmo que te daba tanto placer. Mi mano te cubría el cuello entero, el no poder respirar dibujó una mueca en tus labios cuando notabas cómo tenías un orgasmo.
Cuando tu orgasmo acabó te liberé, haciendo que tomases una bocanada de aire entre jadeos.
Saqué mi miembro de tu interior y te solté los tobillos.

Una parte de ti pensaba que ya había terminado todo, pero en ese momento te di la vuelta y te doblé las rodillas para que las apoyases en la cama. El nudo de tus muñecas se apretó más con la torsión, obligándote a tener las manos y los codos prácticamente juntos. Sólo tus caderas estaban en alto en ese momento.
Volví a meterla y a sentir ese calor que tanto me gustaba de tu interior. Empecé a moverme de nuevo en esta postura y notabas cómo llegaba más al fondo de ti. Iba lentamente tras tu orgasmo, pero en seguida fuiste moviéndote por tu cuenta, yendo más rápido.
En un momento me quedé quieto y con un azote te dije – Muéstrame cómo quieres ser follada. Muévete tú y dame placer-. Como por arte de magia empezaste a moverte más rápido de lo que esperaba, lo que me obligó a cerrar los ojos tratando de seguir el ritmo.
Cómo eras capaz de moverte así en esa postura no lo sabré nunca, pero me encantaba. Veía tu falda retorcida sobre tu cadera y la utilicé de asidero para traerte a mí.
Si iba a acabar, quería que participaras conmigo.

Aumenté el ritmo una vez más entre nuestros gemidos y noté cómo estabas a punto de acabar de nuevo. Continué a la misma velocidad por un rato más a la par que te di un nuevo azote en tu nalga derecha. Mi mano se quedó ahí un rato y subió recorriendo toda tu espalda hasta tu pelo, que agarré para echar tu cabeza atrás.
Recordaste lo que te había dicho antes sobre mirarme y abriste los ojos de nuevo. Me viste penetrándote salvajemente y fue el momento de dejarte llevar.
Con un sonoro gemido te corriste por segunda vez.

No solté tu pelo aunque tus piernas temblaban y tus ojos se cerraron una vez más. En su lugar noté que ya estaba a punto de acabar tras escuchar tal gemido.
La volví a sacar de tu interior y, sin soltarte del pelo, me puse a tu altura. Abriste los ojos y sin tener que decirte nada te la volviste a meter en la boca.
Moviste la cabeza de forma fervorosa, arriba y abajo mientras notaba tu lengua jugando por dentro.
Ese ritmo hizo trajo que gimiera de nuevo, entrecortado y luchando por respirar. Tuve mi orgasmo con tu boca. Vi cómo abrías los ojos y esperaste hasta que te mirara para tragártelo.

Me tumbé a tu lado y te besé. Tú aprovechaste para dejarte caer exhausta en la cama.
-Cuando quieras me desatas, ¿eh?
-Nunca voy a querer.

 Subway to nowhere por Mr. Hyde


Estaríamos en el metro,atestado de gente, tú de espaldas a mí por el poco espacio que habría
yo llevaría rato mirándote el vestido, fijándome en tus piernas, tu piel alrededor de los pechos, el cuello
En ese momento vería tu cuello mientras te acercas a mí para apoyarte
Te agarraría de la cadera para asirte mejor, notando que no tienes la tira de la ropa interior
Estarías sobre mi muslo, doblado para que no te movieras a uno de los lados y notaría cómo por debajo del vestido no llevas nada
te agarraría de la cintura para traerte más a mí, para notarte mejor
Tú mirarías al frente y mis manos empezarían a deslizarse por tus costados
Mi muslo a introducirse lentamente entre tus piernas para separarlas, lo justo para que quepa
Al notar que no tienes tela de por medio querría comprobarlo por mi propia cuenta
Aprovechando la gente a nuestro alrededor deslizaría mi mano izquierda de tu costado a tu cadera, y de ahí, a tu culo
Levantaría un poco tu vestido para poder tocar tu piel, descubrir que no llevas nada...
Mi otra mano se cruzaría sobre tu estómago para que tu propio cuerpo tapara lo que te estoy haciendo cuando mi izquierda empieza a tocarte el muslo
Tus piernas se cierran un poco mientras empiezo a notar algo húmedo
La mano en tu estómago empieza a acariciarte tu pecho izquierdo, suavemente, por encima del vestido
mientras la izquierda sigue subiendo por tu muslo
uno de mis dedos llega hasta ti
y tus piernas se separan ligeramente, lo justo para que llegue a rozar tu clítoris
te echas la mano a la boca, para que no gimas fuerte, ni débil, pero en ese momento no lo consigues
y mi mano derecha aprovecha tu silencio para rozar tu pezón
la izquierda empieza a hacer movimientos circulares sobre tu clítoris, difícilmente por la gente
pero te da igual, a mí también
Te echas hacia atrás para darle más espacio a mi mano
y notas lo excitado que estoy al apoyarte sobre mí
Aparto tu mano de tu boca y la llevo lentamente hacia atrás, hacia mí
La dejo a la altura de la cintura pero tú sabes qué hacer, pero sin poder gemir ni destacar en la multitud que nos rodea
Mi dedo se introduce en tu interior, rápidamente debido a lo excitada que estás
Y tu mano, como accionada por ello, se posa sobre mi pantalón, tanteando para descubrir cuán excitado estoy
Uno más se introduce en ti, haciendo que te tiemblen un poco las piernas, apoyándote más en mí y provocando que llegue más hondo con mis movimientos
Te noto, estás húmeda, excitada
Miras hacia abajo en un momento para morderte el labio y te sorprendes de que no se ve nada, todo lo tapan nuestros cuerpos y el vestido
Luego miras alrededor y ves al resto de la gente, en sus asuntos, mientras dos dedos juegan contigo y tu mano busca algo a lo que aferrarse
Cuando lo encuentran yo comienzo de nuevo a pasar mi mano libre por tu cuerpo
Tu estómago... tu pecho, tus caderas, tu cuello...
Y luego te agarro la mano con la que me tanteabas, "no eres tú quien va a meterme mano a mí esta vez, sino yo a ti" te digo
Tus piernas tiemblan, estás a punto de tener un orgasmo
Te vuelvo a traer a mí para que notes el movimiento de mi brazo sobre tu culo
Y noto cómo te corres con mis dedos, mojada y combatiendo por no gemir más de lo necesario e imprescindible

 In Due Time por Fausto

Llevaba tiempo esperando esta ocasión. El día en donde nos encontráramos sin nada que nos lo impidiera. Preparándome mentalmente para lo que podría ver y hacer.
Mis nervios estaban ahí, sin querer marcharse y haciéndome dudar de si todo lo que había pensado hasta ahora era correcto o adecuado, pero dudase o no, lo iba a hacer.
Mi oportunidad no la iba a desaprovechar.
Me presenté en tu casa a la hora acordada. Vestido con unos simples pantalones y una camiseta más apretada de lo que acostumbraba me abriste la puerta.
Vi tu cara de timidez porque sabías lo que iba a suceder. Vi que no era yo el único que lo deseaba y sabía que no era el único que lo quería.
Sin decirme nada me hiciste un ademán para que entrase y yo lo hice. Dejé atrás la puerta cerrada y noté tus manos rodeando mi cintura mientras te acercabas a besarme.
Ambos sabíamos que no era la primera vez pero sabíamos que era el primero de la noche y se notó. Posé mi mano en tu mejilla y la otra en tu cintura. No te dejaría marchar hasta que estuviera satisfecho de tus labios.

Cuando abriste los ojos mordiste mi labio y me apartaste la mano de la mejilla. La sujetaste en la tuya y me llevaste hasta la habitación.
Tuve oportunidad de verte en ese momento. Tus labios rojos, tus uñas pintadas... sabías que eso me llamaría la atención porque ya te dije lo mucho que me gustaba cómo te quedaba. No necesitaba verte en ropas extravagante porque sabías que me excitarías al límite de querer arrancarlas. Llevabas unos pantalones ajustados y una camiseta con un escote que se detenía en el nacimiento de tus pechos... eso era suficiente para volverme irracional.
Te había visto demasiadas veces, había fantaseado con este momento en numerosas ocasiones y lo sabías, no había ocasión que me hubiera preparado para cuando sucediera de verdad.
Te tiré sobre la cama y me puse encima tuya para seguir besándote. Tu lengua se entrelazaba con la mía rápidamente, dejando ligeros hilos de saliva entre nuestras bocas cuando nos deteníamos para coger aire y contemplarnos.
Mis manos no pudieron quedarse quietas por más. Empezaron a acariciar tu cuerpo vestido mientras mis besos cobraban más y más fuerza, más y más ganas. Rozaron delicadamente tu cuello de una forma lenta al bajar. Una caricia que hacía que tu respiración fuera veloz y entrecortada. Bajando por tu cuello hasta llegar a tus costados, asiéndote con fuerza a mi espalda y quitándome la camiseta mientras tanto.
Llegó el momento de hacer lo mismo. Te levanté lo justo para que te quitaras la camiseta y me detuve a ver tu cuerpo por un segundo. En ese momento daba igual si repetiríamos esto o no, yo estaba conforme con verte y poder tocarte y disfrutar contigo.

Te quité el sujetador con las manos y revelaste tus pechos ante mí y, como si fuera una señal, mis besos retomaron el lugar donde se quedaron y tomaron para sí tu cuello. Mis dedos cruzaron de tu espalda a tus pechos, sujetándolos, acariciando tus pezones y manejándolos con cuidado.
Notaba tu respiración pesada, nerviosa. La mía era profunda, determinada. Sabías lo que iba a hacer, te lo dije tantas veces que nada era sorpresa ya, pero esta vez era distinto, por fin iba a hacerlo.
Cuando mi mano se deslizó en tus pantalones y desabrochó el primer botón soltaste un suspiro en mi oído y aproveché para morder tu cuello. No fuerte ni tampoco flojo, lo justo para que ese suspiro se transformase en tu mano agarrando mi pelo.
Me separé de ti para que pudiera quitarte los pantalones del todo, apartándolos y dejándome ver tus piernas que tanto sabías que me gustan. No era fácil ocultar lo mucho que me excitabas así que no lo hice. Me quité también mi ropa y dejé que me vieras de la misma forma que te había visto yo anteriormente.

Cogiste mi miembro con tu mano y empezaste a moverla arriba abajo. Viste cómo te observaba y separaste un poco las piernas con la esperanza de que yo empezara a tocarte a ti también.
Mi mano no se detuvo ni un instante en recorrer tu cuerpo. Acaricié tu mejilla y fui rozando tus pechos, tu vientre, tu cadera...
Llegué a tus muslos y tú aumentaste el ritmo, como si te anticiparas a lo que iba a hacer. Me empezaste a besar el cuello y notaste lo excitado que estaba en aquel momento.
Mis dedos apartaron la tela de tu ropa interior, permitiéndome deslizarlos dentro.
Tú también estabas excitada y tu respiración cuando lo noté lo mostró más.
Empecé a mover mis dedos haciendo círculos sobre tu clítoris, muy despacio, notando lo húmeda que estabas y obligándote a que abrieras más las piernas para acomodar mi mano.
La tuya apretaba y se movía rápidamente, deseando que yo hiciera exactamente igual. Mi ritmo aumentó mientras jugaba con tu clítoris a tiempo para arrancarte un débil gemido.
Cuando decidí introducir uno de mis dedos tú detuviste tu mano y cerraste las piernas para quitarte lo que restaba de ropa interior. Me detuve a contemplar tu cuerpo desnudo por entero al tiempo que tú abrías las piernas y tu mano retomaba su lugar en mi sexo.
Noté lo mojada que estabas cuando separé tus labios con mis dedos para seguir tocándote. Vi que también observabas tu propia mano en ese momento y decidí apartarla de mí.
Me miraste extrañada y te levanté de la cama. Me coloqué a tu lado e hice que te arrodillaras.
No hizo falta que dijera nada más porque era algo que sabía que querías hacer.

Sacaste tu lengua y cerraste tus ojos mientras tomabas mi miembro con ambas manos. Lo lamiste con cuidado y yo pude notar el calor de tu saliva a su alrededor. Mis manos se perdieron en tu pelo mientras veía tu cabeza desaparecer. Tu boca, caliente y placentera, volviéndome loco a cada segundo que pasaba, viéndote dándome placer.
Mi mente se nubló a cada momento que te notaba usando tu lengua y tu boca. No podía aguantar más, tenía que probarte yo mismo también o me harías terminar mucho antes de lo que deseaba.
Te separé de mí y te senté en la cama. Me incliné sobre ti para besarte de nuevo. Ya no quedaba nada del pintalabios que tanto me gustaba. Mis manos se apoyaron en tus hombros y bajaron por tus brazos hasta que llegaron a tus muñecas. Las sujeté firmemente a tu espalda y mis besos bajaron a tu cuello. De ahí era simple saber lo que iba a suceder. Siguieron entre tus pechos, tu vientre y tu pelvis. Liberé una de mis manos de su deber de tener que sujetarte y coloqué tu pierna izquierda sobre mi hombro.
Mi lengua se abrió paso entre tus labios, llegando a tu clítoris a tiempo de escuchar un gemido saliendo de tu boca.

Te agarraba del muslo en mi hombro hasta el límite de notar mis uñas aferrándose a él, mientras notabas los círculos que estaba haciendo sobre tu clítoris, lamiendo todo aquello que quería lamer. Embriagado del placer que me dabas y de tu sabor, queriendo más y más, yendo más y más rápido, solté tus manos para separar yo mismo tus piernas y poder introducir mi lengua profundamente.
Tu recién recuperada libertad la aprovechaste agarrándome del pelo para no dejarme ir, para que no me detuviera y para indicarme que te gustaba entre gemidos.
Disfrutaba dándote placer de igual manera que disfrutaste tú misma al hacerlo, eso era más que innegable.
Cerraste tus piernas alrededor de mi cabeza cuando alcancé cierto punto y luego las abriste de nuevo tras unos segundos que en tu cuerpo se hicieron más cortos de lo que debían, pero los aprovechaste hasta el final.
Sin poder aguantarlo más te volví a echar en la cama, sujeté tus tobillos en alto y lo introduje en tu interior lentamente. Ambos soltamos un sonoro gemido cuando me empecé a mover despacio. Por fin pudiste descubrir lo mucho que me excitabas y eso me emocionó. Apoyado por esa idea me excitó más ver lo mucho que te gustó que por fin hubiera sucedido, diciéndome que fuera más deprisa.
Notaba que me estaba poniendo más duro en tu interior, a cada arremetida que hacía era un gemido o un suspiro saliendo de nuestras bocas.
Decidí aumentar el ritmo y sujeté tus tobillos en alto de nuevo. Notaste que así entraba mucho mejor y vi tus pies retorciéndose de placer. Entrando y saliendo de ti, yo más duro y tú más mojada cada vez. Algo irremediable e inevitable.
Agarrada de esta manera separé tus piernas para que tú también me vieras mientras nos complacíamos como animales. En más de una ocasión te sorprendí mirando mi miembro desapareciendo en tu interior y sabía que tú también deseabas tener el control sobre el ritmo. Me detuve por un momento y tú me agarraste de los hombros y con unas piernas algo tambaleantes me tumbaste tú a mí en esta ocasión.
Sin tener que decirte nada te pusiste encima de mí y tú misma te penetraste con mi miembro. Empezaste más rápido de lo que yo esperaba y noté que te gustaba esa postura sobremanera cuando tus manos se apoyaron con las uñas por delante en mi pecho. Yo te agarré del culo y seguí tu propio ritmo a la par que te miraba sonreír y gemir a tiempos iguales.
Acaricié todo tu cuerpo mientras tu me cabalgabas salvajemente. Cuando tus marcas en mi pecho se hacían más pasionales sujeté tu pelo y trayéndote a mi boca te besé y te dije que si continuabas de esa manera harías que me corriera.
No paraste.
Querías que me corriera.
Quería que te corrieras.
Te agarré de las caderas y notaste cómo empezaba a moverme yo también. Nuestros gemidos eran inaudibles en ese momento, nuestra respiración inexistente.
Noté cómo todo tu cuerpo se contraía encima de mí mientras yo acababa contigo.
Te quedaste exhausta y te tiraste a mí lado con el peso muerto de alguien que ha hecho algo con cuerpo y alma y ha recibido su recompensa de un buen descanso.
Me miraste a los ojos con una sonrisa plena y reconfortante. Me besaste en los labios y me dijiste: “¡Por fin! Ahora... ¿echamos el segundo?”.

Lusting

Me sonríe mientras con un clic metálico une una cadena con la argolla del collar. Una caricia en el mentón. Un roce de las uñas. Un aviso para que me porte bien.
-Ven -gruñe, tirando de la cadena. Yo sigo de rodillas, sin moverme, y sonrío al verle arquear la ceja-. Gatita, no me hagas repetírtelo dos veces.
Adelanto los brazos y arqueo la espalda, sin perder contacto visual. Da otro tirón a la cadena y un paso atrás, mientras yo clavo los dedos en el suelo. A la ceja se le une esa sonrisa lobuna de superioridad de cuando sabe que está a punto de hacerme suya.
-Ten cuidado.
-¿Y qué me vas a ha... -me corta la voz con una mano en la garganta, apretando, mientras la otra va a mi boca y mi nariz, controlando cada centímetro de mi cuerpo.
-Zorra, no te pases de lista -susurra a mi oído, y espera hasta que empiezo a temblar de necesidad para soltar. Boqueo y suspiro, notando como un hilo de flujo empieza a deslizarse hasta el suelo antes de que otro tirón de la cadena empiece a hacerme gatear tras Él. Quizá me esté pasando de lista, sí, pero no puedo esperar el castigo que se esté fraguando en su cabeza...

Y casi sin darme cuenta me encuentro atada, expuesta, las manos sobre mi cabeza en el cabecero de la cama y un hilo húmedo uniendo mis nalgas con el colchón, que crece mientras le escucho trastear con el baúl al otro lado de la habitación. Es la expectación lo que me excita, el saberme presa de su control y no poder evitarlo.
Entonces suena la vibración inconfundible de uno de nuestros juguetes favoritos, y me derrito, porque su última sonrisa y el sonido me aseguran lo que va a pasar... Voy a correrme una y otra vez, hasta que lo único que salgan de mis labios sean súplicas para que pare que no va a escuchar. Me quiere perdida de lujuria, en ese punto en el que el mismo placer se convierte en algo insoportable, en que todo le duele a la sensibilidad y las lágrimas salen tanto de satisfacción como de impotencia. Me quiere enseñar la lección que ambos sabemos que solo recordaré un par de meses. Me quiere rota, me quiere dispuesta, me quiere suya.
-Muy bien, gatita -masculla-. Veamos si eres tan lista como creías.
Noto de repente el fuerte cosquilleo de la varita, extendiéndose desde mis muslos hasta mis pechos, y sin poder evitarlo empiezo a suspirar, a gemir, a estremecerme y bailar contra el objeto de mi placer. Él toma un pezón entre las manos, lo retuerce y con dos bofetadas rápidas me marca. Rojo sobre blanco. Calor sobre frío. Piel sobre piel.
De nuevo a la garganta un dedo se cuela entre mis labios, instándome a abrir la boca, y noto una fina línea de saliva impregnándome la lengua de Su sabor. La tensión empieza a ser cada vez más fuerte a la vez que mis gemidos crecen. Le miro a los ojos y él, desde arriba, me sonríe, esperando a que hable. Noto como rayos me recorren el cuerpo y sé que lo necesito, que mi cuerpo me pide correrme, que soy como una perra necesitada de su premio.
-¿Amo, pued... - y entonces para. Todo para menos mis gemidos, ahora de frustración, pidiendo más-. Por favor, no...
-¿No qué?
-No pares, por favor... -le oigo reírse. Disfruta ver como trato de follarme el aire del ansia. Se divierte siendo dueño de mis orgasmos.
-Sigue suplicando, sigue, te gusta, solo por ofrecerte, aunque sepas que nada de lo que digas me va a hacer cambiar de opinión -y mordiéndose el labio acerca su polla a mi cara, dándome topecitos sobre los labios-. Obedéceme y quizá haga algo para ayudarte, gatita.
Sin más, saco la lengua, lista para probarle, y noto de nuevo la vibración contra mi clítoris, lanzándome oleadas por todo el cuerpo. A cada segundo el charco bajo mi entrepierna crece y trato de clavarme más contra su rabo, ansiosa por saborearle. De nuevo los rayos, de nuevo la necesidad imperiosa que me sube a cada nervio de mi cuerpo, que me pide suplicar y me hace tratar de apartarme para abrir la boca y pedir... Y todo para. Me sostiene la cabeza en el sitio, follándome la boca despacio con la varita en mano, acercándola a mi cara para dejar que huela todos mis fluidos. Apagada.
-Te voy a explicar lo que va a pasar, cerda -sonríe, pasándome los dedos por el pelo sin dejar de usar mi boca-. Hoy voy a hacer que te retuerzas. Voy a hacerte llorar y suplicar como nunca. Y no va a ser para que pare. Hoy quiero que hable tu frustración. Ya va siendo hora, pequeña brat, de que aprendas quién está al mando. ¿Lo has entendido?
Asiento imperceptible, mirándole a los ojos, el deseo recorriéndome toda fibra de mi ser.
-Muy bien, perrita -sonríe-. Si aguantas veinte veces más te dejaré correrte -y se ríe cuando ve mis ojos como platos-. Sí, gatita, y lo harás. Por complacerme. Si no lo consigues y te corres antes, te varearé el coño otras veinte veces y volveremos a empezar desde el principio. Pero sé que lo conseguirás. Porque sabes que es lo que quiero y en el fondo no hay nada que disfrutes más que obedecerme -entonces se acerca a mi cara y me mira de cerca-. Y porque a los dos nos va a encantar este final.
Y, con un guiño y un beso, comienza una noche muy larga


Estos son los relatos de los que realizaron su tarea pertinente en la cuenta B. Entre ellos también hay texto mío, asi que os dejo averiguar cuál es. 
¡Dadles amor diciendo lo mucho que os han gustado en la cuenta de Twitter! 

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