martes, 12 de abril de 2022

BDSM: El porno que nos hizo daño


    Creo genuinamente que he visto más tetas en mi vida que todos mis ancestros juntos. Es difícil de calcular algo así pero con sólo ver un par al día durante un año entero habré observado 365 pares (uno más de gracia en año bisiesto), y todos sabemos que nunca se queda sólo en un par.

    Tenemos una cultura de apreciación al sexo bastante extendida, pero esta misma cultura ha diluido tanto su valor que ha transformaco dicha apreciación en un Mr. Hyde de las relaciones sexuales. Dependiendo de en qué punto de nuestro desarrollo nos encontrásemos al descubrir el porno comercial podemos estar más o menos influenciados por lo que vimos y experimentamos al conocerlo.

    Lo reconozco, yo mismo caí de joven en muchas de las costumbres que se ven en esos vídeos. Principalmente al no haber tenido ninguna clase de educación sexual relevante (los de mi quinta recordarán las clases de educación sexual del instituto como "no folléis" y ya está), ni un ambiente donde se pudieran tratar las partes que me creaban dudas, tomé por verdad lo que veía y ese fue mi error.
    Por supuesto no estoy hablando de tomar por realidad los clichés del fontanero o profesor, que ya sabía de sobra que no eran más que escenarios, sino por ejemplo algunas prácticas como el anal habitual, algunas posturas que a día de hoy sé que no eran más que incomodidades para adaptar el plano de la cámara o que toda relación con coito de por medio debía acabar en un orgasmo equivalente a la reventación de la presa Hoover y los gritos de una banshee en medio de un campo de batalla.

 

    Obviamente crecí, experimente, corregí mis errores, saqué ideas de algunos sitios y descubrí mi propio camino (de alguna manera) en el basto y vasto mundo que son las relaciones sexuales. Pero una pregunta sigue en el aire: ¿me sigue atrayendo esa clase de porno?
    No es extraño que en los últimos años de libertad sexual que hemos experimentado hayan salido muchas más clases de categorías, como el porno para mujeres (más centrado en la sensualidad e incluso la trama) o el porno personal (con páginas como OnlyFans y Fansly). Estas categorías han evolucionado el concepto de porno hacia algo más realista, aunque bien quedan muchas de esas facetas comerciales que tiene que haber en cualquier medio visual, claro. Si bien gracias a esta evolución se ha traído un nuevo concepto a un mundo obviamente dominado (já) por la fantasía de poder masculina, donde siempre es el eje central, también ha traído a relucir conceptos negativos que existían en el subestrato de nuestra sociedad.

    Los vídeos de porno BDSM son fantasías. Punto. Muchos de ellos buscan el impacto de ser fantasías. La forma de hacer que tu cerebro e imaginación destilen una escena que resultaría imposible llevar a cabo en la legalidad o realidad de la sociedad. Desde el CNC hasta el kidnap play, pasando por SM, ageplay, tortura, caning y todo el abanico que podamos imaginar, hay un vídeo sobre ello. La problemática surge cuando una persona piensa, como cualquier otro cuando no sabe lo suficiente, que lo que ve es lo que hay que hacer, una realidad de manual que seguir como si de las instrucciones se tratasen. Si alguien no puede disociar fantasía de realidad tiene un serio problema, y es un problema que los defensores de la libertad sexual (entre los que me incluyo) tenemos que tener muy presente y abogar por su existencia.
    Estos problemas van a ser frecuentes. Creo que todos los que estáis leyendo esto habréis conocido como mínimo a una persona cuya actitud hacia el sexo se tornaba más a lo que había visto en el porno que a una experiencia real y comunicativa con sus compañeros sexuales. Y dentro de las actividades del mundo de la diversidad sexual, más aún. De sobra habréis conocido a gente que se comporta como si estuviera o esperara el porno en su vida sexual, y eso no suele deparar nada bueno. Por supuesto dejo a un margen los problemas de salud mental que en algunas ocasiones trae el porno consigo: depresión, trauma, obsesión e incluso adicción son condiciones no ajenas al porno, y tristemente cada vez más comunes. Estos problemas seguirán presentes y deben ser tratados como las enfermedades que son por profesionales adecuado, no por blogueros, escritores u opinadores con filosofía barata como el que suscribe.

  ¿Es el porno inherentemente bueno o malo? Dejando de lado la retahíla de ilegalidades que se hayan podido cometer en vídeos (desde los abusos a los vídeos de "pilladas" estilo voyeur) el argumento de que todo porno es malo sigue siendo una falacia. Depende y dependerá de la propia madurez del individuo el contemplar cómo le afecta a su vida y cómo moldea sus gustos sexuales. Así mismo su consumo o ausencia del mismo no debe moldear la propia vida sexual ni el desarrollo de identidad propia en base a su consumo.

 

    Vivimos en una sociedad... que ha olvidado el distinguir entre mito y realidad. Y mucho me temo que el mundo del contenido erótico no pertenece a la realidad sino al deseo, y el deseo siempre es cruel.



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