viernes, 9 de diciembre de 2022

BDSM: Los tres grandes tabúes


    Dentro de nuestra cultura todo vale. ¿Todo? ¡No! Un puñado de conceptos sigue manteniéndose fuera del alcance de lo que podemos hacer... Bromas aparte, es bien sabido que dentro del BDSM existe una miríada de prácticas poco convencionales y extremadamente polémicas; veáse como ejemplo el sadomasoquismo extremo, la humillación o el ageplay, y nuestra mayor defensa a la hora de hablar o practicar bajo el manto de la legalidad radica en el consentimiento. Desde lo más formal y prudencial del protocolo SSC al RACKSA o PRICK todos tienen como base el consentimiento, de una forma u otra, de la parte sumisa a la hora de poder realizar cualquier acto con dichas personas.

    Aunque existen defensores de que todo es válido en el reino de la fantasía y puedes circunvalar prácticamente cualquier ilegalidad y amoralidad con un juego de rol, no deja de ser un juego de roles en el marco de dicha imaginación y la fantasía. Por eso existen tres prácticas que no se podrían designar como BDSM ni quedarse bajo la "protección" o "defensa" de la comunidad: la necrofilia, la zoofilia y cosas con menores (que todos sabéis cómo se llama y no puedo poner porque me marcan el blog para vigilar).

    Estas tres prácticas son muy sencillas de explicar en cuanto a porqué son tabúes: en todas ellas no se incluye un consentimiento tácito que se pudiera dar por parte del individuo (o animal en el caso de la zoofilia). Lo mismo que muchos habréis visto en las infografías que pasean por internet donde se diferencia entre abuso y BDSM se aplica en estos sencillos conceptos. No son sólo ilegales en un marco jurídico (obviaremos por simpleza el hecho irónico de que el BDSM sea penado en algunos países donde el matrimonio con menores es legal) sino que su realización podría ser amoral, al igual que un peligro para la salud pública.
    Es un concepto simple: Si no puede decir que sí al principio y que no durante o al final, no se puede hacer. Y aunque acabe de sentir el peso del juicio de la comunidad brat y la del metaconsenso sobre mis hombros por una afirmación tan reduccionista creo que se entiende a lo que me refiero y se me puede excusar.

    Ahora bien, para gusto de unos pocos y detracción de muchos otros, existe gente que tiene esta clase de fantasías y que ve, sobre todo en el mundo kinkster, una forma de poder realizar las prácticas con personas que dan su consentimiento legal. Cuando digo prácticas me refiero al roleplay, por supuesto, no a que alguien consienta en ser asesinado para que un fornicofílico pueda tener su sábado noche con el cuerpo (¿caníbal de Rotterdam? ¿alguien?).
    El roleplay es una forma en donde poder explorar ciertos escenarios con un consentimiento tácito sobre qué se realizará, cómo y qué otras prácticas podrían incluir. Una forma de fingir ser otras personas en situaciones distintas que amenizan nuestras sesiones y las abren a nuevas fronteras inexploradas. Si bien la utilización del roleplay para circunvalar los tabúes sigue estando mal visto dentro de la comunidad, posee la cualidad de resolver el acto que lo convierte en prohibido, veáse el realizarlo sin el consentimiento de la otra criatura implicada.
     Aunque existen algunas prácticas controvertidas como el ageplay o el "furrismo" que buscan apelar a algunos de estos tabúes, no dejan de ser prácticas consensuadas y su inclusión o no dentro del abanico de la comunidad debería estar sujeto a la visión subjetiva de cada uno siempre que cumplan los principios básicos de cualquier relación BDSM.

    Como nota quiero dejar claro que estas inclinaciones deberían ser tratadas psicológicamente si la persona que las tenga las ha convertido en una obsesión, al igual que con otras obsesiones que podrían poner en peligro su salud o la de la gente a su alrededor, pero con el añadido de ser también delitos graves.

Este artículo no busca la apología a ninguna de ellas y sólo trata de mostrar que dentro del BDSM también existen límites establecidos por el sentido común.

No hay comentarios: