Artículo original escrito por Jacqueline
Sinceramente, no sé por dónde empezar. Es difícil encontrar palabras cuando el corazón se resiste a aceptar una noticia que marca un antes y un después para todos los que amamos el rock y el metal. El 22 de julio de 2025, a los 76 años, falleció Ozzy Osbourne. Y aunque sabíamos que era humano, todos teníamos la secreta convicción de que sería eterno. Porque Ozzy no era solo un músico, era un símbolo, una leyenda viviente que parecía desafiar las reglas de la biología, del tiempo y de la lógica.
Cada uno de nosotros guarda una historia, una emoción, una fiesta salvaje o una noche de excesos ligada a su música. Porque Ozzy fue mucho más que el frontman de Black Sabbath. Fue ese niño de Aston al que su padre le vaticinó que haría algo muy especial o acabaría en la cárcel (y acertó en ambas), ese tipo que confesaba que no era el que más ligaba del grupo, el que celebraba fiestas descomunales con Mötley Crüe, el que desafiaba constantemente a la muerte y a los diagnósticos médicos... y sobrevivía. Porque su cuerpo, de alguna forma, aprendió a vivir en un equilibrio imposible entre el caos, las drogas y el genio.
Ozzy no solo dejó anécdotas legendarias, como aquella vez que le confesó a Zakk Wylde que nunca había tirado una televisión por la ventana y, segundos después, lo solucionaron. Lo más importante que nos deja es su música. Junto a los demás miembros de Black Sabbath, inventó el heavy metal, puso las bases del doom, y con ello, abrió la puerta a cientos de subgéneros que cambiaron el mundo para siempre. Si amamos la música como lo hacemos, en gran parte es gracias a él.
Con Sabbath, no solo escribió historia: puso fin a la era del flower power con una oscuridad poderosa que muchos de nosotros necesitábamos. Y cuando voló solo, no se quedó atrás. Su carrera en solitario nos regaló himnos inmortales y una energía que siguió intacta hasta su último disco en 2022. Como él mismo dijo: “No me retiro porque no sé cómo”.
Quiero detenerme especialmente en un tema: “Under the Graveyard”, del álbum Ordinary Man (2020). En esta canción, Ozzy nos abrió el alma para contarnos uno de los momentos más oscuros de su vida: su despido de Black Sabbath en 1979. Fue el inicio de una etapa de autodestrucción y aislamiento, de un abismo del que sólo pudo salir gracias a Sharon, la mujer que literalmente le salvó la vida. Esta canción no solo es cruda y amarga, es profundamente humana... como lo fue él.
Hay algo casi poético en el hecho de que Master of Reality, uno de los discos más influyentes de la historia del metal, se estrenase un 21 de julio de 1971, y que Ozzy nos dejase un 22 de julio de 2025. Como si hubiese querido aguantar un día más para rendir homenaje a aquel hito antes de marcharse.
En su autobiografía, Ozzy decía que no quería ser incinerado. Pedía que lo enterrasen en un sitio bonito, con un manzano sobre su tumba, para que la gente pudiera hacer sidra y emborracharse. Esa imagen (tierna, irreverente y brutalmente honesta) es el resumen perfecto de su espíritu.
Rest
In Power, Madman.
Siempre serás una leyenda.
Dale
un abrazo a Randy de nuestra parte.
Te querremos por siempre.
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