domingo, 12 de febrero de 2017

BDSM: Primals, a diente, garra e instinto



Para empezar debo aclarar que todos somos primarios (primals de ahora en adelante) de alguna forma. Es nuestra naturaleza el dejarse llevar por los instintos primarios que tan bien nos identifican y nos definen.
Aunque algunas personas los repriman hasta su misma negación mediante vergüenza o autocontrol, nuestros instintos son los que nos definen como los animales que somos.
"Homo homini lupus" podría ser el lema de los primals perfectamente. Los horrores que nos hacemos en busca del placer no pueden ser descritos con definiciones banales o descripciones frías sobre la pantalla.

A la grande la llamo "Mordiscos"
Es un rol puramente físico pero que se puede compaginar en ocasiones con los roles mentales de dominante y sumiso, pero más habitualmente con los de sadista y masoquista. En muchas ocasiones se confunde el ser sadomasoquista con ser primal pero la distinción es simple: si lo que disfrutas es el infringir/que te infrinjan dolor, eres sado/masoquista; si simplemente no te importa lo que te suceda siempre que sea con pasión y ganas, eres primal.
Simple, ¿verdad?
No siempre es así.

Los primal se definen por dos roles antepuestos: depredador y presa. Obviamente no requiere mucha explicación cuál es cada cuál, pero por si las moscas trataré de separarlos y definirlos.

El depredador es aquél que disfruta del acecho, del sentimiento de posesión de una persona durante el acto. Deja marcas, agarra, dentellea, araña, no tiene comedimiento para detenerse o ir despacio. Su mente se ve reducida al momento, sin control ni freno piensa únicamente en lo que tiene delante y disfruta de todo acto y caricia.
Gruñe, gime, grita... lo simplifica todo a un mero momento, volviéndolo más sencillo y a la vez más difícil.
Un depredador es una fuerza de la naturaleza sin control. Un torbellino, un volcán, un berserker al que no le importa el daño que reciba siempre que pueda saciarse.

Los depredadores son propensos a la fuerza y la crueldad. Si bien no es su uso en sí lo que les atrae sino la liberación de poder expresarse como ellos son en lugar de tanto como se cohiben en la sociedad vainilla.

No os engañéis, son moretones.

Las presas, por otra parte, son aquellas personas que han aprendido a hacer las paces consigo mismas y han llegado a la conclusión de que es mejor dejar de ser personas por un tiempo. Se dejan llevar en una vorágine de gritos y cuerpos. Frecuentemente juegan a la provocación para sacar la fuerza y la rabia interior de su contraparte depredadora, incluso cuando su acompañante no lo sea.
No os confundáis, las presas son igual de peligrosas que su contraparte depredadora. Desean placer, que su mente se desvanezca, que puedan ser lo que no muestran a nadie más... Simplemente desean hasta que lo consiguen.
Qué cruel tortura es ser una presa sin un cazador que la haga sentirse viva.

Heridas abiertas que sólo se notan al día siguiente.

Los primal en general no le hacen ascos a la dominación y sumisión, siendo el depredador quien controle la situación y se deje llevar cuando el momento sea el adecuado; y la presa quien provoca a su pareja hasta que ésta ya no lo soporta más y se abalanza sobre su cuello.
Cuando perfectamente podrían denominarse como "dominantes y brats" a secas, creo que es ese umbral en donde la mente desaparece y se ve sustituido por la necesidad, el ansia, el placer primario que enterramos para poder ser personas normales en nuestra sociedad normal.

Dejarse llevar paga su precio.

Debo admitir que junto a los masoquistas y sadistas el mayor ratio de accidentes o heridas suele ser dado en estos dos roles. Demasiadas personas me han preguntado por formas de quitar moretones causados por mordiscos o arañazos.
Por eso aconsejo que, aunque disfrutes dejándote llevar, tengas claro qué, cómo y con quién antes de empezar. No es agradable tener marcas visibles en tu día casual producidas por una noche de mente en blanco y si bien es complicado autocontrolarse en esos momentos sí es necesario para tener bien separados el placer de la vida cotidiana.


No todas las cicatrices tienen que ser de sufrimiento.

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