sábado, 16 de marzo de 2019

BDSM: Sobre las etiquetas en el BDSM



EL mundo del BDSM está lleno de etiquetas. Puedes ser un rigger sadista Dom degradador con inclinaciones al primal hunter o una little brat que disfruta del pet ocasionalmente... por poner algunos ejemplos.
Para los que están metidos en esta cultura supondrá una gran información para hacerse a la idea de cuáles son tus gustos y qué prácticas sueles realizar, lo que implica un plus cuando quieres conocer gente rápidamente o ligar quitándote la morralla que no te atrae.
Pero ¿qué sucede cuando alguien no está dispuesto a acogerse a estas etiquetas y simplemente se deja llevar? Aunque irónicamente también haya una etiqueta para eso (hedonista) es el pensamiento lo que lleva a relucir la utilidad y el ofuscarse en las etiquetas demasiado.

Tal y como sucede en muchos otros círculos, como en el LGBT+, el uso de las etiquetas debería ser utilizado para poder explicar ciertas conductas, gustos o preferencias, no para aislarse en una burbuja donde nadie más pueda alcanzarte porque no pertenece a las siglas o etiquetas adecuadas para ti.
Un uso indiscriminado de la exclusión de personas por parte de la comunidad es contraproducente para el crecimiento propio y en pareja.

Respetar los gustos de los demás aunque no los compartamos es una de las normas más básicas dentro de la filosofía del BDSM. Muestra de ello está en las múltiples redes sociales que existen en donde se da cabida a todos y cada uno de los pervertidos que existen bajo la sombra de Dios.



Dom, sumiso, switch, primal, little, brat... son ejemplos de comportamientos que pueden gustarnos o no, haciendo un uso indiscriminado de esos términos para alejarnos de cosas o personas que nos puedan atraer no es sino una forma de quedarse estancado en un mundo de fantasías que ignora la realidad en pos de un placer totalmente personal. Crecer requiere salir de la zona de confort y explorar nuevas avenidas en busca de placeres más intensos o de formas de expresar los que ya se conocen de otras maneras.


El uso de las etiquetas dentro del BDSM debería tener como objetivo la funcionalidad más que la identificación. Al igual que sucede con los géneros de música, la multitud de divisiones y subdivisiones de roles (o géneros en el caso de la música) responde a una necesidad que tiene la gente de poder identificarse de una forma más acorde a sus propios gustos para poder encontrar con más facilidad a gente afín a dichos gustos. Obviamente habrá gente que explote el sistema de las etiquetas, que se piense que es el elitista de turno o que, simplemente, no le guste encasillarse o no haya sabido encontrar un rol o subrol acorde a sus gustos al 100%. Esta gente es tan válida como cualquier otro, por supuesto, pero, bien sea el obsesivo que quiere darle la etiqueta a todo o el hipster que detesta el stablishment, todo el mundo se cansa rápidamente de aquellos que se encuentran en los extremos.

Usar las etiquetas como a uno le apetezcan, respetando aquellas que no nos representan, es uno de los parangones del BDSM. El respeto mutuo de cara a las prácticas que realizamos, aunque no compartamos esos mismos gustos, nos caracteriza en pos de una comunidad más unida. A alguien le puede gustar el ageplay y a otra persona le puede gustar el bondage, y aunque a ninguno le guste lo del otro ambas personas coinciden en su gusto por el BDSM en general.

No obcecarse ni ofuscarse en estas etiquetas es algo en lo que mucha gente falla. Existen muchos switch por el mundo que simplemente se encasillan en Dom o sumisos porque "les gusta más lo uno que lo otro", por ejemplo. Ese pensamiento derrota por completo la funcionalidad de estos epitetos, provocando que mucha gente se confunda a la hora de conocer nuevas personas.
Siendo así, no tengáis miedo a reconocer vuestros propios roles o gustos, siempre que no caigais en la hipocresía de juzgar a otros por unos gustos que no compartís.

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